martes, 31 de diciembre de 2013

Máximo el Confesor- Místico

Máximo el Confesor

de  en 14 septiembre 2009
San Máximo el Confesor
San Máximo el Confesor
Se llama a San Máximo “el Confesor” en razón de sus trabajos y sufrimientos por la fe cristiana. Fue Máximo uno de los más distinguidos teólogos del siglo VII, verdadera columna de la ortodoxia contra la herejía monotelita. Nació hacia el año 580, en Constantinopla. En su juventud entró a servir en la corte y llegó a ser el principal de los secretarios del emperador Heracleo. Pero, al cabo de algún tiempo, renunció a su cargo (tal vez porque el emperador defendía ciertas opiniones heréticas) y tomó el hábito monacal en Crisópolis (actualmente Skutari). Ahí escribió algunas de sus obras de mística y fue elegido abad. En el año 638 murió San Sofronio, patriarca de Jerusalén, a quien Máximo llamaba su maestro, padre y profesor. Entonces, el santo se convirtió en el gran campeón de la ortodoxia contra el monotelismo del emperador Heracleo y de su sucesor, Constante II. San Máximo, gran confesor de la fe y notable autor místico, murió a los ochenta y dos años. Dejó muchos escritos; entre otros, algunos comentarios alegóricos de la Sagrada Escritura y de las obras de Dionisio Areopagita, un dialogo entre dos monjes sobre la vida espiritual y la “Mystagogia”, que es una explicación de los símbolos de la liturgia.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Los Jesuitas

Quiénes somos

La Compañía de Jesús es una Orden Religiosa de la Iglesia Católica. Fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, está hoy extendida por 127 países en los que casi 18.000 jesuitas trabajan por la evangelización del mundo, en defensa de la fe y la promoción de la justicia, en permanente diálogo cultural e interreligioso. De ellos hay 1.300 en España que se distribuyen en cinco provincias (ver en España).
Los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son la fuente de la espiritualidad ignaciana, que guía a los jesuitas en su búsqueda de trabajar al servicio de la misión de Cristo en el mundo de hoy.
El actual superior General de los jesuitas es el Padre Adolfo Nicolás.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Costumbres de la Cartuja- Elogio de la vida solitaria

Costumbres de la Cartuja

Elogio de la vida solitaria

Capítulo LXXX
1. Tenéis, pues, amadísimos hermanos, como pedisteis, descritas de algún modo nuestras costumbres, entre muchas cosas triviales y menudas, que acaso convenía no haber escrito, si vuestra caridad no me obligase a ello, dispuesta a no juzgar a nadie, sino más bien a aceptarlo todo.
2. No creo, sin embargo, haber podido incluir todo en este escrito, de modo que no falte nada en absoluto. Pero, si algo escapó, podrá ser indicado en conversación personal.
3. Del elogio de esta vida solitaria, sin embargo, casi no he dicho nada, pensando que está abundantemente recomendada por muchos santos y sabios y de tanta autoridad que no somos dignos de pisar sus huellas, y juzgando que es superfluo mostraros lo que conocéis tan bien o mejor que yo.
4. Ya sabéis cómo en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, casi todos los más profundos y sublimes misterios fueron revelados a los siervos de Dios, no entre el tumulto de la gente, sino estando a solas. Y cómo los mismos siervos de Dios, cuando querían sumirse en una meditación más profunda, u orar con más libertad, o enajenarse de las cosas terrenas con el alma arrobada, casi siempre se apartaban de los impedimentos de la muchedumbre y buscaban las ventajas de la soledad.
5. Así vemos—para tocar de algún modo el tema— que Isaac sale a solas al campo a meditar (Gen 24,63), y es de creer que esto en él no fue algo casual, sino práctica habitual. Que Jacob, enviando a todos los suyos por delante, se queda solo, ve a Dios cara a cara, y con la bendición y el cambio de nombre en otro mejor, es feliz,habiendo alcanzado más en un momento de soledad que en toda su vida acompañado (Gen 32,23-30).
6. También atestigua la Escritura cuánto amaban la soledad Moisés, Elías y Eliseo; cuánto crecieron por ella en la comunicación de los secretos divinos, y cómo entre los hombres vivían en continuo peligro, en tanto que eran visitados por Dios estando a solas.
7. Y Jeremías, como arriba dijimos, penetrado de las amenazas de Dios, se sienta solitario pidiendo le den agua a su cabeza y a sus ojos una fuente de lágrimas para llorar a los muertos de su pueblo (Jer 15,17). Pide también un lugar donde poder ejercitarse más libremente en obra tan santa, diciendo: “¿Quién me dará en la soledad un albergue de caminantes?” (Jer 9.1); como si no le fuera posible hacerlo en la ciudad, indicando de este modo cuánto impiden los compañeros el don de lágrimas. Asimismo, cuando dice: “Bueno es esperar en silencio la salvación de Dios” (Lam 3,26), para lo cual ayuda mucho la soledad. Y añade luego: “Bueno es para el hombre haber llevado el yugo desde su mocedad” (Jer 3,27), con lo cual nos consuela grandemente, pues casi todos hemos abrazado esta vida desde la juventud. Y añade y dice: “Se sentará solitario y callará, se elevará sobre sí mismo” (Lam 3,28), aludiendo así a casi todo lo mejor que hay en nuestro Instituto: la quietud y la soledad, el silencio y el deseo de dones más elevados.
8. Después manifiesta qué clase de alumnos forma esta escuela, diciendo: “Dará su mejilla a quien lo hiriere y se saciará de oprobios” (Lam 3,30). En lo primero brilla una paciencia suma, en lo segundo una perfecta humildad.
9. También Juan Bautista, “el mayor de los nacidos de mujer”, según el elogio del Salvador (Mt 11,11), puso en evidencia cuánta seguridad y provecho aporta la soledad. Él no se sintió seguro ni por los oráculos divinos que habían predicho cómo, lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, habría de ser el precursor del Señor en el espíritu y la virtud de Elías (Lc 1,13-17), ni por su maravilloso nacimiento, ni por la santidad de sus padres. Y, huyendo de la compañía de los hombres como peligrosa, eligió como seguros los desiertos de la soledad, desconociendo los peligros y la muerte mientras vivió solitario en el yermo. Cuánta virtud adquirió allí y cuánto mérito, lo mostró el bautismo de Cristo y la muerte sufrida por defender la justicia. Se hizo tal en la soledad, que sólo él fue digno de bautizar a Cristo, el que todo lo purifica, y de no rehuir la cárcel ni la muerte en defensa de la verdad.
10. El mismo Jesús, Dios y Señor, cuya virtud no podía ser favorecida por el retiro ni impedida por el público, sin embargo, para instruirnos con su ejemplo, antes de predicar o hacer milagros, fue como probado en la soledad con tentaciones y ayunos. De él refiere la Escritura que dejando las turbas de los discípulos, subía solo al monte a orar. E inminente ya el tiempo de la Pasión, deja a los Apóstoles para orar a solas, insinuándonos en gran manera con este ejemplo cuánto aprovecha la soledad para la oración, cuando el Señor no quiere orar acompañado ni de sus mismos Apóstoles.
11. Y ahora considerad vosotros mismos cuánto aprovecharon espiritualmente en la soledad los santos y venerables Padres Pablo, Antonio, Hilarión, Benito e innumerables otros, y comprobaréis que el gusto de la salmodia, la aplicación a la lectura, el fervor de la oración, la profundidad de la meditación, el éxtasis de la contemplación y el bautismo de las lágrimas, con nada pueden ser favorecidos como con la soledad.
12. Pero no os contentéis con los pocos ejemplos aquí citados en elogio de la vida que habéis abrazado, sino id vosotros recogiendo muchos más, o de los que ocurren ordinariamente, o de las páginas de las Sagradas Escrituras. Aunque ella no necesita tal recomendación, ya que tanto por su rareza, como por el reducido número de sus seguidores se recomienda suficientemente. Si, en efecto, según la palabra del Señor, “es estrecha la senda que conduce a la vida, y pocos la encuentran” (Mt 7,14), y por el contrario, “es ancha la que lleva a la muerte, y muchos caminan por ella” (Mt 7,13), entre los Institutos religiosos, tanto mejor y de más sublime mérito se muestra aquél que menos (seguidores) admite, y de tanto menor e inferior cuantos más.Deseo que siempre gocéis de buena salud y os acordéis de nosotros.

sábado, 28 de diciembre de 2013

María de Jesús Crucificado- Mística

María de Jesús Crucificado – Beata

Una de las más preciosas perlas de Tierra Santa es María de Jesús Crucificado. No quiero dejar de aprovechar esta ocasión de presentar a todos, en grandes esbozos, su vida y su obra, a fin de que por su ejemplo podamos crecer en el amor a Dios, Nuestro Señor y a su Santa Iglesia y sea para los misioneros en Medio Oriente modelo de vida consagrada y de ardiente deseo por la salvación de las almas.
Su infancia
Mariam nace el 5 de enero de 1846 en un pequeño pueblo del Norte de la Galilea llamado Abellin.
Para sus padres George Baouardy y Mariam Chahyn el nacimiento de esta niña fue un milagro de Nuestra Santísima Madre a quien pidieron la bendición de un niño en la familia. Todos los niños nacidos hasta el momento habían muerto por uno u otro motivo. Es así que como respuesta llega María (Mariam), y como Dios no se deja ganar en generosidad llega también, dos años después, al feliz hogar, Pablo, en árabe Boulus. María y Pablo son bautizados y confirmados de acuerdo al rito Greco Católico.
Antes de que Mariam cumpliera los tres años de edad sus padres mueren, es así como una tía materna queda a cargo de Boulus y Mariam queda bajo la protección de su tío paterno.
Ya desde pequeña, Mariam sentía el llamado de Dios… “todas las cosas finalizan de este modo, pero si tú me das tu corazón, Yo estaré en ti para siempre”, ella esperaba con ansiedad recibir a Jesús Sacramentado, a quien tuvo la dicha de recibir a los doce años de edad, desde entonces se acercaba lo más frecuentemente posible a la Eucaristía y nunca dejó de recomendar la comunión diaria para las religiosas. No asistió a la escuela y esto no porque fuera incapaz de leer o escribir, sino que ya desde pequeña era costumbre que las niñas se ocuparan y aprendieran los oficios de la casa para en un futuro no muy lejano contraer matrimonio.
Corre el año 1878 cuando su tío decide trasladarse a Alejandría, Mariam tenía ocho años de edad. A los trece fue informada que prontamente debería comprometerse, pero Mariam rechaza esta idea inmediatamente para ser fiel a Aquel a quien había prometido su corazón.
Nada pudo cambiar su decisión: debido a esto su tío comenzó a tratarla duramente por varios meses, es así como decide buscar la ayuda de su hermano Boulus (tenía diez años de edad), a quien escribe un mensaje que sería llevado por un musulmán. Es invitada por esta familia a cenar, cuando en un momento determinado se comienza a tratar el tema de la religión, el fanático musulmán propone a María abandonar la fe Católica, ella por su parte responde enérgicamente: “¡Musulmana, nunca! Soy hija de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana y espero por la Gracia de Dios perseverar hasta la muerte en mi religión, la cual es la única verdadera.” En un momento de furia el musulmán la golpea con una cimitarra en el cuello, dejándola por muerta en un oscuro callejón. El martirio tomó lugar el 7 de septiembre del 1858.
Años más tarde a Mariam se le revela en una visión que estuvo clínicamente muerta, ella misma nos cuenta: “Me encontré en el Cielo. Vi a la bendita Virgen María, a los ángeles y los santos recibiéndome con gran amabilidad, también vi a mis padres en su compañía. Vi el brillante trono de la Santísima Trinidad y a Cristo Jesús en su Humanidad. No había sol, ni lámparas pues todo era brillante, con luz. Luego alguien me dijo: “Tu eres una virgen, pero tu libro no ha terminado”. Al volver en sí se encontró en una gruta, allí fue ayudada por una religiosa de hábito azul. Mas tarde en 1874 en la Fiesta de Nuestra Señora de la Natividad, dijo en un éxtasis: “En este mismo día estuve con mi Madre. En este mismo día consagré mi vida a María. Alguien me cortó el cuello, y al día siguiente María cuidó de mí.” La cicatriz tenía un largo de 10 cm y una profundidad de 1cm, examinada por un prestigioso médico, este le había dicho a la Maestra de Novicias que desde un punto de vista natural ella no podía estar viviendo”. Esta cicatriz en su cuello se convirtió en el signo exterior de su amor por la Santa Iglesia.
La pequeña peregrina
Después de esto Mariam no volvió a ver a su tío, pero seguía albergando en su corazón el deseo de ver a su hermano, es así como se embarca para Jaffa y desde allí peregrina a Jerusalén. En frente del Santo Sepulcro realiza su Voto de Castidad a la edad de quince años. En la Ciudad Santa es ayudada por un Padre Franciscano el cual le encuentra trabajo como doméstica en una buena familia del lugar. En ese ínterin Mariam fue arrestada, acusada de robo y llevada a prisión, hasta que se descubre al verdadero ladrón. Mariam vuelve feliz de haber pasado algún sufrimiento a imitación de Su Señor en su misma Tierra.
Nuevamente se embarca para San Juan de Acre, pero una tormenta desvía la embarcación hacia Beirut, allí continúa trabajando en el servicio doméstico. Una familia cuya hija vivía en Marseille invita a María a ir con ellos, llegando a Francia en Mayo de 1836 a la edad de 18 años.
Es en este período donde María comienza a consolidar el deseo de su vocación.
Religiosa Carmelita
Una primera tentativa fue su entrada a las Hermanas de San José, allí era llamada María “la pequeña árabe”. Vale la pena destacar su servicialidad constante, era muy apreciada por todas, siempre primera en ofrecerse para los trabajos y en su conducta resaltaba en especial su humildad.
Es en este período cuando comenzaron a vislumbrase los fenómenos místicos; por este motivo en el momento de la admisión al noviciado la votación resulta desfavorable para María, por el miedo de las religiosas a ser engañadas por una visionaria.
La Madre Verónica, de la misma Congregación, quien había obtenido el permiso de Roma para entrar a la Orden Carmelitana, propone a la joven ingresar juntas al Carmelo de Pau, llegando el 15 de junio del 1867, allí le es dado el hermoso nombre de María de Jesús Crucificado. La Madre Verónica nos da un hermoso perfil de esta pequeña hermana de veinte años, que considero importante transcribirlo: “Al verla no le daría mas de 12 años de edad. Su pequeña estatura, su rostro cándido, su dificultad de expresarse en nuestro lenguaje, su ignorancia de todas las cosas, pues no podía leer ni árabe ni francés, todo esto contribuía a que poseyera un carácter por así decirlo, similar al de una niña, era llamada por nosotras como “la pequeña Hermana”. Sorprendentemente unía esta simplicidad con una gran sabiduría y un elevado espíritu, juicio delicado, mucho discernimiento y la experiencia de una persona mayor. Si ella no poseía muchos talentos, no tardamos mucho tiempo en convencernos de que su corazón y su espíritu eran ricos con los regalos que se dan a las almas grandes.”
Dones extraordinarios
Párrafo aparte merecen sus extraordinarios dones, entre ellos podemos mencionar: los éxtasis, levitaciones, transverberación de corazón, don de profecías, bilocación, estigmas, don de la poesía.
Para ilustrar estos regalos del Espíritu contaré algunos de los hechos más importantes.
Los éxtasis comenzaron a suceder desde pequeña y desde su entrada en la vida religiosa fueron más frecuentes, podríamos decir casi diarios, “hay veces, decía, que no puedo hacer absolutamente nada, no importa lo que haga para prevenirlos, soy transportada cuando menos lo pienso, en otros momentos, puedo distraerme un poco en orden a no irme”, “siento como si el corazón se me abriera, como si hubiera una herida y tengo la certeza y la impresión de que Dios se mueve en mí” ” prestemos atención a las pequeñas cosas, todas las cosas son grandes ante Dios, denle a El todas las cosas”. A la simple palabra de la Superiora para que retornara del éxtasis lo hacía inmediatamente.
Las levitaciones fueron verificadas por primera vez el 22 de junio del año 1873 en el jardín del Carmelo de Pau, notando su ausencia en la cena, la Maestra de novicias comenzó a buscarla, otra Hermana escuchó una canción: “¡Amor, Amor!”, miró hacia arriba y vió a la “pequeña” balanceándose sin ayuda en la cima de un árbol de lima. A la simple palabra de la Maestra, por obediencia descendió con “un rostro radiante”. Fueron ocho las levitaciones contadas.
Los estigmas le fueron concedidos cuando estaba como postulante en el Convento de San José en Mayo del año 1867. El Padre Lazare, Carmelita y su director en Mengalore, examinó los estigmas. De su reporte sacamos lo siguiente: “Las manos estaban inflamadas en la parte de las palmas y las heridas estaban abiertas, alrededor de las heridas había sangre coagulada, ya que la herida comenzaba a abrirse días antes… lo mismo sucedía en los pies”. Nos cuenta la Maestra de Novicias del Carmelo de Belén respecto a este fenómeno, en el año 1876: “Estaba quejándose y temblando en lo profundo de su cuerpo, partía el corazón verla de esta manera, usualmente repetía estas palabras: “¡Mi Dios, no me abandones, mi Dios ofrezco todo esto por Ti! ¡Perdón, mi Dios, perdón! A las 2.15 comenzaba la dolorosa agonía… después de las 3.15 hablaba nuevamente: “¡Ten piedad de mí, llámame hoy, llámame así puedo dejar esta tierra!
Como su Madre Santa Teresa recibió el don de la transverberación del corazón, estando un día con las Hermanas en oración entró en éxtasis y de repente llevó sus manos al corazón, como si la hubieran herido. Continuamente a partir de este momento colocaba paños en su corazón sangrante para evitar que la vieran, en algunos de ellos se imprimió la cruz y las letras O.J.S. que quizás signifiquen “Oh Jesús Salvador”.
Mariam siempre deseó que su corazón quedara en el añorado Carmelo de Pau, es así que a su muerte se lo extraen, verificándose que éste “estaba perforado, tenía la marca de una herida la cual podría haber sido hecha por una punta de acero…” estuvieron aquí presentes oficialmente el Obispo Valerga, algunos Sacerdotes y Hermanas, el cuerpo médico informó “que nunca ninguna enfermedad podría haber producido tal herida.”
Se le aparecieron una gran cantidad de Santos, entre ellos San Elías, el Santo Cura de Ars, San José, Santa Teresa entre otros.
María de Jesús Crucificado poseía el don de profecías en un grado extraordinario: en varios comunicados al Vaticano se pudo evitar tres atentados, predijo también la muerte del Papa Pío IX y el nombre de su sucesor el futuro León XIII por nombrar algunas de las cosas. Así como también profecías relativas a su vida.
Las fundaciones
Un grupo de seis Carmelitas deja Pau para ir a fundar en la India, Mengalore. Los primeros meses allí trabajaba largas horas en la cocina, la lavandería, el jardín, ” trabajaba por cuatro” decía una de sus Hermanas.
Mariam estuvo poseída en dos oportunidades por el demonio, es aquí cuando ocurre la segunda posesión. Con respecto a este tema el Obispo Marie Ephraem termina afirmando después de un período de vacilaciones: “Antes tenía algunas dudas, pero estoy seguro que ahora no tengo ninguna….Todas estas cosas provienen de Dios”. La primera posesión duró exactamente cuarenta días, Mariam predijo esta situación: “Jesús le dará el poder a Satán de atormentarme por cuarenta días, sufriré mucho. El demonio tendrá poder solamente sobre mi cuerpo. Mi alma quedará oculta. Jesús prometió encerrarla como en una caja, donde Satán no podrá alcanzarla. El demonio me hará cometer faltas externas, sin mi culpa, mi voluntad no podrá hacer nada”.
Regresa a Pau el 23 de septiembre de 1872. Realiza su Profesión el día 21 de noviembre, Fiesta de la Presentación de Nuestra Señora en el Templo.
La paz volvió a su alma, después de un período de dudas, vacilaciones producidas por las “astucias del enemigo”. En este período sobresalen los éxtasis y levitaciones, aquí es donde improvisa varios himnos, algunos de los cuales dicen muy bellamente: ” ¡Oh mi Dios, que ingrato es el hombre delante del Creador, mi corazón es demasiado pequeño, me gustaría tener un corazón más grande que el Universo para amarte, mi Amor!”.
Un Carmelo en la Tierra de Jesús
Otra cosa quería además Nuestro Señor de esta pequeña Carmelita. Desde que llegó desde Mengalore, María de Jesús Crucificado inspirada por Dios, soñaba con abrir una casa para las monjas Carmelitanas precisamente en Belén. Confía su idea al Padre Saint Guilly y a su Priora.
Un día Nuestro Señor renovó el deseo de la fundación. María valientemente pidió un signo “como una prueba de que la fundación de Belén debe ser hecha y de que ella moriría allí”, pidiendo que un geranio seco echara raíces. El signo fue concedido y prontamente un gran geranio creció.
La fundación fue ofrecida a una joven bienhechora de Pau, Bertha Dartigaux, quien también era dirigida del Padre Estrate, director de Mariam.
Monseñor Lacroix se reúne con el Padre Estrate, la señorita Dartigaux y María para hablar del tema. La Srta. Dartigaux comunicó al Obispo que creía que era el buen Dios quien pedía de ella este trabajo y se ofrecía con todas sus fuerzas para llevar a cabo la Voluntad de Dios, a lo cual la pequeña árabe terminó agregando convencida de que Dios ayudará en todo pues ésta era Su obra, “…el monasterio no será construido en la ciudad sino en una baja montaña al frente de Belén, Nuestro Señor dijo: “donde Mi Padre David nació. Yo no viviré para verlo terminado…”.
Después de largos inconvenientes para la aprobación se da el visto bueno de la Santa Sede.
En camino
Con gran alegría parten del Convento de Pau para la nueva Fundación, siete Hermanas, una Novicia y dos Hermanas legas entre ellas María de Jesús Crucificado. Deja “la pequeña hermana” su tan querida Francia el 20 de agosto de 1875. Luego de visitar la Ciudad Santa, llegan a Belén el sábado 11 de septiembre, primeramente visitan la Gruta de la Natividad, el 24 de septiembre la casa estuvo alquilada para establecer el monasterio provisorio.
Un signo del cielo le había sido mostrado a María el sitio exacto de la construcción del nuevo Monasterio. El 11, el día de su llegada a Belén, Mariam señaló un punto en las colinas desérticas del este en el cual se habían asentado un grupo de palomas. Después de la adquisición del terreno la misma carmelita árabe cumpliría un papel importante en la construcción de la nueva obra, mejor dicho Nuestro Señor, El sería el verdadero Arquitecto y se serviría de ella para “dictar los planos”, con la ayuda de la Madre Verónica pusieron todo en papeles. Primeramente indicó donde debía ser cavada la cisterna, alrededor de ésta se construiría el monasterio, el cual debería tener la forma de torre. La Iglesia, el coro y las celdas para las Hermanas externas deberían quedar al exterior de la torre. La pobreza total debía reinar en este monasterio para recordar la pobreza y desnudez de la Cueva del Nacimiento. En sus visiones María veía a Jesucristo inspeccionando el trabajo, examinando los detalles. Ella transmitía las sugerencias del Divino arquitecto a la Madre Priora.
Cabe también mencionar que por ser Mariam la única árabe tendría que encargarse en gran parte del trato con la gente, lo cual exigía un gran sacrificio. Nunca demostraba estar fatigada, no había ni pruebas morales que la hicieran detener. Los trabajadores a su vez la querían mucho, de hecho en su funeral, católicos, ortodoxos y musulmanes lloraron por ella, a quien llamaban su “Maestra” y “Madre”. El 21 de septiembre el Carmelo temporario fue trasladado al definitivo monasterio. La primera Misa fue presidida por Monseñor Bracco, Patriarca Latino de Jerusalén. Estuvieron presentes también el Padre Custodio y numerosos Franciscanos, el cónsul de Francia, grupos de religiosas. Después del pequeño festejo el Patriarca establece la clausura cerrando las dos puertas principales, entregando las llaves del nuevo Carmelo a la Madre Priora.
El deseo de las Carmelitas de Belén, era que los Padres Betherramitas, quienes eran los capellanes en Pau, se convirtieran también en los capellanes del nuevo Monasterio de Belén. Veamos la Carta que María escribe al Superior General: “Dios le está ofreciendo su gracia. Más tarde… no se le dará la entrada en Tierra Santa. Tome ventaja en esto, si usted desea tener una casa cerca del Lugar del Nacimiento de Nuestro Salvador. Por nuestra parte, haremos los sacrificios necesarios para tener uno de nuestros Padres aquí”.
Su pedido fue rápidamente concedido. Y en 1876, el Padre Chirou fue a Belén con un nuevo Grupo de Carmelitas.
El lugar donde el Rey David vivió desde joven, donde cuidaba su rebaño, donde fue ungido rey sería el escenario de los últimos años de María. Ahora el Patriarca de Jerusalén ocuparía el lugar de Monseñor Lacroix. Luego de la partida del pequeño grupo a Tierra Santa, Monseñor Lacroix escribió desde Bayonne al Patriarca: “Usted posee preciosas perlas, y entre estas perlas, una brilla más que el resto, la que es llamada María de Jesús Crucificado.
Sí, lo confieso y no lo niego, reconozco delante de Dios y de los ángeles, que esta Hermana es un admirable tesoro de todas las virtudes y especialmente un tesoro de fe, humildad, obediencia y caridad: en una palabra ella es un milagro de la gracia de Dios.”
Hacia Nazaret por el camino de Emaús
Apenas llegada a Belén, María entró en conocimiento que Nuestro Señor deseaba un Carmelo en Nazaret. Luego de avisar al Patriarca y dado el permiso, parten un 7 de mayo para Nazaret con el fin de ver el lugar para la nueva construcción del monasterio, la Madre Ana de Jesús, la Maestra de Novicias, Madre María del Niño Jesús y la Hermana María de Jesús Crucificado junto a la Hermana Emilia, Hna de San José. Numerosos éxtasis fueron contados en este viaje.
Vale la pena mencionar aquí que en un momento de la marcha la caravana se detiene para el descanso cerca de un pueblo llamado Latrum Amuas. La pequeña árabe que nunca había estado en ese lugar empezó a caminar sin la necesidad de un guía hacia un lugar bien distante de sus compañeras y arrebatada en un éxtasis comenzó a correr a través de las altas rocas y los campos arados. Finalmente se paró en una parte donde varias piedras habían sido niveladas. Volvió adonde estaban sus Hermanas y les dijo: “Este es verdaderamente el lugar donde Nuestro Señor comió con los discípulos”. El lugar fue comprado por la Srta. Dartigaux. Años más tarde se realizaron varias excavaciones en este mismo lugar en las cuales se descubrieron: una Iglesia romana de comienzos del Siglo III, una Bizantina del siglo IV y una medieval del siglo XII.
En su paso por Shefamar, la Hermana Alejandrina, se ofreció para acompañarla a su natal Abellin. “Apenas arribada- nos cuenta- me habló sobre su padrino quien era la cabeza del pueblo. Su casa se encontraba cerca de la Iglesia a la cual llamamos. El estaba muy contento de ver a su ahijada nuevamente y le mostró el lugar donde fue bautizada. Luego Mariam le habló en la Iglesia haciéndole una pequeña exhortación, diciéndole que pensara en su salvación….”
Habían pasado 12 años desde que dejó Abellin para ir con su familia a Alejandría.
En la Tierra de la Encarnación
Tan pronto como fue posible, se dirigieron a ver la propiedad del costado de la colina Norte de la ciudad, que la Srta. Dartigaux había comprado para la construcción del Carmelo. Esta debió ser aplazada y finalmente en el año 1910 fue inaugurado el nuevo Carmelo muy cerca de la Gruta de la Anunciación.
Al retorno de Belén, “nuestra querida Hermana nos dio a todas agua de la fuente de la Virgen María, y relató para nosotras los diferentes incidentes que tuvo que pasar la Sagrada Familia en su viaje”.
El final de una vida
Desde algún tiempo se notaba que tenía dolores. En julio, sufrió un ataque de sofocación, su pecho y sus pies se hinchaban, también se la escuchaba toser por las noches. A pesar de ello, se levantaba al horario de todas. El 22 de agosto, cuatro días antes de su muerte, la Maestra de Novicias escribió: “La Hermana María de Jesús Crucificado continúa sufriendo mucho, sin embargo se anima a sí misma para trabajar con extraordinario esfuerzo y hermoso sacrificio. A veces nos decía: Estoy haciendo más de lo que puedo, las cosas van a terminar rápido, de este modo después de mi muerte estarán ustedes en paz y descansando”. En varias ocasiones sus fuerzas decaían: “Se caía, pero se levantaba inmediatamente y continuaba trabajando”.
El mismo jueves 22 de agosto a las 10 de la mañana, estaba llevando dos pesados recipientes de agua fresca para los trabajadores. Cuando estaba por subir un escalón, cayó en un duro recipiente de geranios y se fracturó el brazo izquierdo en varios lugares. Llevada a la enfermería dijo a la Madre Superiora: “Madre, esto terminó, esto es una señal del final” y a las Hermanas dijo: “Estoy camino al Cielo, voy a morir. Todo lo que soñé en esta vida se va a cumplir, estoy yendo hacia Jesús”. El dolor se iba acrecentando. El tercer día avanzó tomando la espalda y el cuello. El Domingo 25 se confirma que tenía cangrena.
En presencia del Obispo pide perdón por sus faltas a la comunidad, ya en la última noche le traen la comunión, la invocación “Mi Jesús misericordia” le fue sugerida. Ella responde: “Oh sí, misericordia”. Estas fueron sus últimas palabras. Besa la Cruz, le dan la absolución y muere.
Fue cremada a la entrada del coro de la nueva capilla de su pueblo inaugurada en noviembre de 1892. En la piedra esta gravada la siguiente inscripción:
Aquí en la paz de Señor reposa la Hna María de Jesús Crucificado profesa religiosa de velo blanco, un alma de singulares gracias y virtudes, fue notable en su humildad, en su obediencia y caridad, Jesús el único amor de su corazón la llamó hacia El a la edad de 33 años y a los 12 años de vida religiosa en Belén, el 26 de agosto de 1878. ¡Que descanse en paz!”…
Su Santidad Juan Pablo Segundo la proclama Beata el 13 de noviembre del año 1983.
Actualmente parte de sus restos descansan en el Carmelo de Belén, así como también los restos de su Director Espiritual, el Padre Estrate y los de su bienhechora.
Un pequeño y sencillo museo guarda su cama y elementos personales: libros, material de costura, cabellos, hábito, entre otras cosas. A un costado, una foto entre sus compañeras nos permite tener una idea acabada de su persona.
El Padre Brunot en su libro “Mariam, la pequeña Árabe” sintetiza perfectamente las claves de la Santidad de esta pequeña florecilla: “La vida de María fue marcada por tres consignas muy importantes, que en realidad son las que constituyen el milagro de su vida: la conciencia de su miseria, el ardiente deseo de la Voluntad Divina, la primacía del amor”
Y es lo que tenemos que aprender a descubrir en ella y en todos los santos, los cuales aprendieron a ser verdaderamente “conscientes de que todo lo que tienen viene recibido de Dios”, que son nada delante de El y de los hombres, que se consideran los últimos. Podríamos llamar a la Hermana María de Jesús Crucificado digna discípula del Apóstol San Pablo: “Pues, ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?…(1Cor 4,7). En ella se cumplen perfectamente sus palabras: “Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4,1).
Esta pequeña alma oriental vivió hasta el grado heroico las virtudes cristianas y cumplió diariamente la Voluntad Divina. Hizo lo que hay que hacer cada día, por Cristo y de la mejor manera posible. He aquí la clave de la Santidad.
Ruego a Dios Nuestro Señor para que todos podamos de alguna manera imitarla y especialmente pido para aquellos misioneros en tierras orientales, que esta santidad sea la corona y el fruto de nuestros años de labor silenciosa y sacrificada y que nos conceda por intercesión de María de Jesús Crucificado la conversión de muchas almas y la Vida Eterna.
“¡Oh Beata María de Jesús Crucificado, que naciste y moriste en la Tierra del Señor! Por tu experiencia íntima de los misterios de nuestra Redención, tu corazón estuvo siempre abierto al sufrimiento de los hermanos, invitando a todos a vivir la alegría del Espíritu Santo. Lleva a los hombres a Cristo, intercede por la unidad de la Iglesia, alcanza la paz y la concordia para tu Tierra Santa y todo el Medio Oriente, consuélanos y ayúdanos en todas nuestras necesidades. Amén.”

viernes, 27 de diciembre de 2013

Dios y mi alma

Dios y mi alma. Textos del Hno. Rafael Arnaiz

de  en 23 mayo, 2011
Hermano Rafael – Dios y mi alma (I)  (índice)
16 de diciembre de 1937 – jueves
Ave María.
Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.
Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.
Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.
Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.
Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios…, sólo Dios…, sólo Dios. Ése es mi tema…, ése es mi único pensamiento.
Sufro mucho…, María, Madre mía, ayúdame.
He venido por varios motivos:
1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.
2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.
3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.
A lo que solamente aspiro en el monasterio es:
1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.
2º A no vivir más que para amar y padecer.
3º A ser el último, menos para obedecer.
Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.
16-12-1937
21 de diciembre de 1937 – martes
De una cosa me tengo que convencer: Todo lo que hago es por Dios. Las alegrías El me las manda; las lágrimas, Él me las pone; el alimento por Él lo tomo, y cuando duermo por Él lo hago.
Mi regla es su voluntad, y su deseo es mi ley; vivo porque a Él le place, moriré cuando quiera. Nada deseo fuera de Dios.
Que mi vida sea un “fiat” constante.
Que la Santísima Virgen María me ayude y me guíe en este breve camino de la vida sobre el mundo.
26 de diciembre de 1937 – domingo
En la vida de comunidad, mientras no aprenda a dominar todo mi «sistema nervioso”, no sabré jamás lo que es aprender a mortificarme.
Pobre hermano Rafael… luchar hasta morir; he ahí su destino. Ansias de cielo por un lado, y corazón humano por otro. Total… sufrimiento y cruz.
Pobre hermano Rafael, de corazón demasiado sensible a las cosas de las criaturas… Sufres al no ver amor y caridad entre los hombres… Sufres al no ver más que egoísmo. ¿Qué esperas de lo que es miseria y barro? Pon tu ilusión en Dios y deja a la criatura…, en ella no hallarás lo que buscas.
Pero, ¿y si Dios se oculta?… Qué frío hace entonces en la Trapa. La Trapa sin Dios…, no es más que una reunión de hombres.
Son los días de Navidad y en ellos no tengo más que una enorme soledad… Una pena muy honda… Nadie en quien reposar, enfermo y débil… Ah, Señor, y muy poca fe! Dios mío, Dios mío, eres muy bueno… Tu misericordia perdonará mis olvidos…, pero es tanto, Señor, lo que sufro, que mi flaqueza sola no lo podrá resistir.
Nada veo más que mi miseria y mi alma mundana con poca fe y sin amor.
Llegaré, Señor, hasta donde Tú quieras, pero dame fuerzas, y el socorro a su debido tiempo…, mira, Señor, lo que soy.
El día de Nochebuena le entregué al Señor Jesús Niño, lo último que quedaba de mi voluntad. Le entregué hasta mis más pequeños deseos… ¿Qué me queda?… Nada. Ni aun deseos de morir. Ya no soy más que una cosa en posesión de Dios. Mas Señor, ¡qué pobre cosa posees!
Pobre hermano Rafael…, viniste a la Trapa a sufrir…, ¿de qué te quejas?… No me quejo, Señor, pero sufro sin virtud.
Unas lagrimillas en mi soledad el día de Nochebuena… Tú, Señor, que todo lo sabes y todo lo ves…, también todo lo perdonas.
Llena, Señor, mi corazón… Llénalo de eso que no me pueden dar los hombres.
Mi alma sueña con amores, con cariños puros y sinceros. Soy un hombre hecho para amar, pero no a las criaturas, sino a Ti, mi Dios, y a ellas en Ti… Sólo a Ti quiero amar, sólo Tú no defraudas. Sólo en Ti se verá la ilusión cumplida.
Dejé mi hogar… Destrocé pedazo a pedazo mi corazón… Vacié mi alma de deseos del mundo… Me abracé a tu Cruz: ¿Qué esperas, Señor? Si lo que deseas es mi soledad, mis sufrimientos y mi desolación…, tómalo todo, Señor, nada te pido.
26-12-1937
29 de diciembre de 1937 – miércoles
Una hora de oración sin un pensamiento de Dios. Apenas me di cuenta, el tiempo pasó. Sonaron las cinco en el reloj y ya llevaba una hora de rodillas… ¿Y la oración? No sé…, no la hice. Estuve pensando en mí mismo, en mis sufrimientos personales, en los recuerdos del mundo. ¿Y Jesús? Y ¿María? Nada… Sólo tengo egoísmo, poca fe y mucha soberbia… ¡Tan importante me creo! ¡Tanto me considero!
¡Pobrecillo!, polvillo insignificante a los ojos de Dios. Ya que no sepas sacar fruto de la oración, aprende a humillarte delante de Él, y así luego lo harás mejor delante de los hombres.
Señor, tened piedad de mi… Sufro, sí…, pero quisiera que mi sufrimiento no fuera tan egoísta. Quisiera, Señor, sufrir por tus dolores de la Cruz, por los olvidos de los hombres, por los pecados propios y ajenos…, por todo, mi Dios, menos por mí… ¿Qué importo yo en la creación?; Qué so delante de Ti?… ¿Qué representa mi vida oculta en la infinita eternidad?… Si me olvidara de mí mismo, mejor sería Señor.
No tengo nada más que un refinado amor propio, y vuelvo a repetir, mucho egoísmo.
Procuraré con la ayuda de María enmendarme. Haré el propósito de que cada vez que un recuerdo del mundo venga a turbarme, acudir a Ti, Virgen María, y rezarte una Salve por todos los que en el mundo te ofenden.
En lugar de meditar mis sufrimientos…, meditar en el agradecimiento, a amar a Dios en mis propias miserias.
Perseveraré en la oración, aunque pierda el tiempo.
29-12-1937
31 de diciembre de 1937 – viernes
Me voy dando cuenta de que la virtud más práctica para tener paz en la vida de comunidad es la humildad.
La humildad delante de Dios, nos ayuda a la confianza, pues humildad es conocimiento de sí mismo, y ¿quién que se conozca a si mismo, puede esperar algo de si?… Loco sería si no lo esperase todo de Dios.
La humildad llena de paz nuestro trato con los hombres. Con ella no hay discusión, no hay envidia, no hay ofensa posible… ¿Quién puede ofender a la misma nada?
Le pido encarecidamente a María, me enseñe en lo que Ella fue maestra…, humilde ante Dios y ante los hombres.
«Hágase”
31-12-1937
1 de enero de 1938 – sábado
Día 1º de enero de 1938.
En la oración de esta mañana he hecho un voto. He hecho el voto de amar siempre a Jesús.
Me he dado cuenta de mi vocación. No soy religioso…, no soy seglar…, no soy nada… Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos.
Virgen María, ayúdame a cumplir mi voto.
Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre… Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.
Bien veo que la voluntad de Dios, es que no haga los votos religiosos, ni seguir la Regla de san Benito. ¿He de querer yo lo que no quiere Dios?
Jesús me manda una enfermedad incurable; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe?
Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place.
Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males? ¿Mas acaso todo eso me impide amarle?… No…, con locura debo hacerlo.
Vida de amor, he aquí mi Regla…, mi voto… He aquí la única razón de vivir.
Empieza el año 1938. ¿Qué me prepara Dios en él? No lo sé… ¿Quizás no me importe?… Menos ofenderle me da lo mismo todo… Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Yo hoy le ofrezco un nuevo año, en el que no quiero que reine más que una vida de sacrificio, de abnegación, de desprendimiento, y guiada solamente por el amor a Jesús…, por un amor muy grande y muy puro.
Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.
Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos.
¡Ah!, Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre mía!.
He de amar la soledad, pues Dios en ella me pone.
He de obedecer a ciegas, pues Dios es el que me ordena.
He de mortificar continuamente mis sentidos.
He de tener paciencia en la vida de comunidad.
He de ejercitarme en la humildad.
He de hacer todo por Dios y por María.
6 de enero de 1938 – jueves
Ave María.
Día 6 de enero.
Por la mañana de este día tuve gran consuelo y mucha paz en la santa comunión. Estuve un gran rato muy recogido; vi con claridad que sólo Jesús puede llenar mi alma y mi vida.
Hubiera querido ofrecer a Jesús Niño algo…, algo que no tengo. Hubiera querido morir en su presencia olvidándome de todo, y solamente amándole… ¡Qué bueno es Dios!
No habían pasado tres cuartos de hora, cuando no lo sé, ni me lo explico, una angustia muy grande llenó mi espíritu. Mi alma se derramó en lágrimas en la capilla del noviciado. ¡Señor, soy un pobre hombre!
¡Me vi tan solo!… ¿Y mi fervor?… ¿Y mis ansias de Dios y desprecio del mundo, dónde se fueron?… ¿Por qué me dejas, Señor?… ¿Qué haré yo sin Ti? Me da pena de mi mismo al verme tan débil.
Al hacer el examen por la noche, comprendí muchas cosas, que no acierto a escribir.
Dios es muy bueno conmigo.
7 de enero de 1938 – viernes
Una de mis mayores faltas es la impaciencia y algunas veces un hermano, sin darse cuenta, me pone los nervios en tal estado, sobre todo con ciertos ruidos, que saldría dando gritos si me dejara llevar del natural.
Mas he venido a la Trapa a mortificarme y a sufrir lo que el Señor quiera enviarme.
La máxima penitencia es la vida común.
Señora y Reina del cielo, concededme la gracia de ser manso. Así sea.
7-1-38
Una de mis mayores penas es el ver que estoy abrazado a la Cruz de Jesús, y que no la amo como quisiera.
31 de enero de 1938 – lunes
Dios mío…, Dios mío, enséñame a amar tu Cruz. Enséñame a amar la absoluta soledad de todo y de todos. Comprendo, Señor, que es así como me quieres, que es así de la única manera que puedes doblegar a Ti este corazón tan lleno de mundo y tan ocupado en vanidades.
Así en la soledad en que me pones, me enseñarás la vanidad de todo, me hablarás Tú solo al corazón y mi alma se regocijará en Ti.
Pero sufro mucho, Señor…, cuando la tentación aprieta y Tú te escondes… ¡cómo pesan mis angustias!…
¡Silencio pides!… Señor, silencio te ofrezco.
¡Vida oculta!… Señor, sea la Trapa mi escondrijo.
¡Sacrificio!… Señor, ¿qué te diré?, todo por Ti lo di.
¡Renuncia!… Mi voluntad es tuya, Señor.
¿Qué queréis Señor, de mi?
¡¡Amor!! ¡Ah!, Señor, eso quisiera poseer a raudales. Quisiera, Señor, amarte como nadie… Quisiera, Jesús mío, morir abrasado en amor y en ansias de Ti. ¿Qué importa mi soledad entre los hombres? Bendito Jesús, cuanto más sufra…, más te amaré. Más feliz seré, cuanto mayor sea mi dolor. Mayor será mi consuelo, tanto más carezca de él. Cuanto más solo esté, mayor será tu ayuda.
Todo lo que Tú quieras seré.
Mi vida quisiera que fuera un solo acto de amor…, un suspiro prolongado de ansias de Ti.
Quisiera que mi pobre y enferma vida, fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor… todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades.
Quisiera que tu vida, fuera mi única Regla
Que tu “amor eucarístico” mi único alimento.
Tu evangelio mi único estudio.
Tu amor, mi única razón de vivir..
¡Quisiera dejar de vivir si vivir pudiera sin amarte!
Quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo.
Quisiera, Señor…, volverme loco… Es angustioso vivir así.
¡Es tan doloroso querer amarte y no poder! Es tan triste arrastrar por el suelo del mundo la materia que es cárcel del alma que sólo suspira por Ti… ¡Ah!, Señor, morir o vivir, lo que Tú quieras…, pero por amor
Ni yo mismo sé lo que digo, ni lo que quiero… Ni sé si sufro, ni si gozo…, ni sé lo que quiero ni lo que hago.
Ampárame, Virgen María… Sé mi luz en las tinieblas que me rodean. Guíame en este camino en que ando solo, guiado solamente por mi deseo de amar entrañablemente a tu Hijo.
No me dejes, Madre mía. Ya sé que nada soy y que nada valgo. Miseria y pecados…, eso es lo único, y lo mejor, que puedo alegar para que tú atiendas mi oración.
Señora, vine a la Trapa, dejando a los hombres, y con los hombres me encuentro. Ayúdame a seguir los consejos de la Imitación de Cristo, que me dice no busque nada en las criaturas y me refugie en el Corazón de Cristo.
Nada quiero que no sea Dios…, fuera de El todo es vanidad.
31-1-38
5 de febrero de 1938 – sábado
San Isidro, 5 de febrero de 1938.
Pasan los días rápidamente y con ellos paso yo. Con el papel delante y con la pluma en la mano, no sé qué hacer… ¡Son tantas cosas las que encierra mi alma que si de todo lo que siento me pusiera a escribir, no acabaría.
Dios, en su infinita bondad, sin necesidad de palabras de hombres, me va enseñando la única ciencia que aquí a la Trapa he venido a aprender…, el desprecio del mundo y la práctica de su amor a Dios. Es a costa de mucho sufrimiento como voy aprendiendo.
Ya me voy acostumbrando a permanecer encerrado en el monasterio. Llevo dos meses sin gozar de un poco de aire y de sol… ¡Ah!, Señor, qué duro es eso para mi…, yo que gozaba en el mundo, con cantar en el campo tus maravillas y grandezas…, que mi mayor placer era abrir mucho los ojos para contemplar el mar…, que mi alma se extasiaba ante un cielo tachonado de estrellas, y mi alma te bendecía al escuchar el silencio de la tierra en una tranquila y dulce puesta de sol.
Todo se acabó para mi…, el cielo, el sol y las flores. La parte humana…, que es mucha, llora, Señor, mi libertad perdida. Pero Tú vienes y me consuelas… ¿Qué no harás Tú por mi, bendito Jesús?
Ayer, a la hora del trabajo, un cielo azul espléndido rodeaba al monasterio… Un día claro de invierno reinaba en estos campos de Castilla. La obediencia me mandó a empapelar chocolate a la fábrica. Una pena muy grande tenía dentro… Me agarré a mi crucifijo y me dispuse a cumplir la obediencia, y Tú, Señor, me hiciste pensar. ¿Qué mejor flor que la penitencia?… Tenía gana de llorar, pero en comunidad no se puede.
Penitencia viniste a hacer…, ¿de qué te quejas, hermano? Si tú supieras que cada lágrima derramada por mi amor en la penitencia del claustro, es un obsequio que hace cantar de alegría a todos los ángeles del cielo.
Ánimo, Rafael, me parece que Dios me decía…, todo pasa…, y bendito Jesús, la pena se me quitaba… Ya no me importaba la belleza del día, ni de nada de la tierra… Yo sabía que Dios me ayudaba, y que Dios me bendecía, y en mi torpe trabajo para empapelar chocolate, a nadie de la tierra ni del cielo envidiaba, pues pensaba, que si los santos del cielo pudieran bajar un momento a la tierra seria para, desde aquí, aumentar la gloria de Dios, aunque no fuera más que con un Avemaría, de rodillas, en silencio…, o quién sabe, envolviendo pastillas de chocolate.
¡Qué bueno eres, Señor! ¡Cuánto me quieres!… Poco a poco voy llegando a comprender la vanidad de todo.
Cuando, después de Vísperas, me arrodillé a los pies de tu Sagrario, vi que había pasado el día, y con él, el cielo azul, el sol brillante, mis penas y mis alegrías… Todo pasó y nada queda.
Qué bien comprendo la vanidad de amar lo perecedero. Sólo lo que sufrí por tu amor al fin del día, me servirá para algo… Lo demás es tiempo perdido, y ¡ah!, Señor, entonces si que lloraremos el no haber hecho penitencia; entonces bendeciremos las pastillas envueltas en la oscuridad de la chocolatería…
¡Qué bueno eres, Señor! Dulce eres cuando consuelas…, pero tu verdadero amor nos lo muestras en las tribulaciones y en las pruebas.
No te pido descanso en la tierra Señor . Quiero cumplir tu voluntad hasta el fin… Enséñame como hasta ahora lo vas haciendo…, en soledad y desconsuelo, en pura fe…, en el abismo de mi nada, y… en los brazos de la Cruz.
¿Qué me falta para ser feliz? Nada, pues nada deseo.
Ya lo sabes, Señor, no te importen mis lágrimas, ni te detengan a veces mis grandes faltas de correspondencia a tu amor… Ya sabes lo que soy y como soy.
No me atrevo a pedirte sufrimientos y cruz, pues me parecería una soberbia presunción, para mi enorme flaqueza…, pero si me las envías, benditas sean.
Bendigo tu mano, Señor, y me entra una enorme alegría al yerme pobre, inútil, enfermo…, y a veces tengo miedo…, aún hay quien me quiere, y tengo cama…, y el santo Job, te bendecía desde un muladar, rascando sus podredumbres con una teja. ¿De qué me puedo yo quejar?… ¡Ah!, Señor, aún soy algo y aún tengo algo.
En tus manos me abandono y a los pies de la Santísima Virgen María…
¿Para qué voy a seguir escribiendo?, también esto me parece vanidad.
Que Jesús y María me perdonen. Así sea.

jueves, 26 de diciembre de 2013

La búsqueda de Dios

Busqueda de Dios

de  en 5 agosto, 2009

La Búsqueda de Dios

en la Tradición hesicasta

Higúmeno Simeón, Monasterio de Saint-Silouane

(Saint-Mars-de-Locquenay)

Antes que nada les agradezco el haberme acogido en este coloquio. Es verdaderamente una muy gran alegría para mi el estar en medio de ustedes, y particularmente con nuestros hermanos musulmanes. Siendo ya monje, permanecí en París durante más de quince años y trabajaba para ganarme la vida. En esta ocasión, colegas de trabajo musulmanes me habían dado un nombre lo cual era para mí extremadamente emocionante, puesto que me llamaban Abd-ar-Rahmân. Y yo encontré que, por su parte, era un acto de amor, y ese acto de amor me había tocado profundamente. He aquí como he comenzado a conocer el mundo musulmán, por amor, la mejor forma de conocer verdaderamente…

Me parece tan importante que aprendamos, para amarnos, a conocernos. Nosotros no somos –a pesar de la tendencia de la sociedad actual– individuos aislados, somos personas, seres profundamente en relación. El individualismo contemporáneo es peligroso. Es necesario que cada uno de nosotros tenga conciencia, conciencia activa diría yo, de que somos seres personales, en relación. Lo que hacemos hoy, el encuentro que tenemos, no es otra cosa que una concretización de esta posibilidad de relación que debe conducirnos al amor. Por lo tanto gracias, otra vez más, por recibirme.

No siendo un conferenciante profesional, les pido disculpas de antemano. Yo quisiera abordar de una manera simple el tema de la Hesiquia, la búsqueda de Dios. Puede ser importante para comenzar, intentar dar una traducción, una definición de la palabra Hesiquia. Es una palabra de origen griego que se podría traducir por paz, silencio, quizás también por «tranquilidad del corazón». Ustedes saben que difícil es, a partir de una palabra extranjera, dar una traducción justa y es por esta razón por la que yo evoco varios significados. En todo caso, en este término que significa paz, silencio, reposo, hay que poner atención en no deformar el sentido de la traducción. Por ejemplo, si nos referimos a la palabra reposo, no se trata de un reposo que evocaría el sueño. En la tradición hesicasta no se trata en absoluto dedormitar, lo veremos un poco más tarde, es por el contrario una tradición de acción y de vigilancia.

No quiero darles una clase de historia sobre los orígenes del hesicasmo, pero quisiera simplemente recordar rápidamente como se ha desarrollado lahesiquia. ¿Cómo ha nacido? Pues bien, yo diría que nosotros la hemos recibido como hemos recibido muchas otras cosas; es la actitud del Cristo en el Nuevo Testamento. He aquí un corto pasaje del Evangelio que muestra la actitud del Cristo y que les hará comprender lo que es la hesiquia.

En este episodio, es la entrada de Jesús en la sinagoga de Nazaret, su país de origen, lo que se evoca. El habla y es mal recibido, mal entendido. El final del relato nos dice así: «Todos en la sinagoga se llenaron de cólera oyendo esto. Se levantaron, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero él, pasando por en medio de ellos, se retiró» (Luc 4, 28-30). La última frase de este texto es significativa. Elhesicasta, aquel que va a buscar vivir en la Paz del corazón, en la quietud, encuentra su modelo en la actitud del Cristo. El que, agredido, contestado, violentado, a podido pasar a través de ese gentío, sin decir nada, sin mostrar ninguna agresividad porque tenía, evidentemente a la perfección, un corazón colmado de paz. Solo su corazón silencioso, bañado de hesiquia, era la respuesta a la agresividad del entorno.

A partir del estudio y de la meditación de la manera de ser del Cristo durante su vida, los cristianos, y sobre todo los primeros monjes, han buscado la adquisición de esta hesiquia, esta paz silenciosa, esta tranquilidad del corazón. Y se puede decir que el ideal monástico está totalmente ligado a la tradición hesicasta. Puede que escuchemos decir, entre los cristianos ortodoxos, que hay monjes hesicastas y monjes no hesicastas. A mi no me gusta demasiado hacer esta diferencia. El monje, que es fundamentalmente un buscador de Dios, como otros buscan oro, debe obligatoriamente pasar por esta búsqueda de paz, de silencio, de abandono, que entraña otras virtudes, lo veremos más tarde. Por lo tanto yo no hago diferencia entre monjes hesicastas y monjes no hesicastas. Pienso que todos son fundamentalmentehesicastas.

Los primeros monjes, los primeros ermitaños –puesto, como probablemente saben, el monaquismo nació en el siglo IV con hombres y mujeres de los que San Antonio es el más célebre– partieron al desierto para buscar a Dios. Y vemos enseguida, llamo aquí su atención, de que hay un objetivo en lahesiquia. Ese objetivo es el descubrimiento de Dios. Yo diría incluso, es el deseo de encontrar a Dios. El hesicasta es un hombre de deseo, su corazón está lleno de deseo de Dios, y, a causa de eso, va a buscar como poder liberar su corazón de sus pasiones para encontrar su Dios. Los primeros monjes parten hacia el desierto, y esto es significativo. El desierto, como sabemos, es el lugar de retiro, el lugar de silencio. Se opone, en cierta manera, a la ciudad turbulenta. Esta soledad, este aislamiento son deseados y van a ser uno de los terrenos del hesicasta, del monje, para encontrar a Dios. Nosotros no podemos encontrar a Dios en la agitación. Dios mismo, en ciertos textos del Antiguo Testamento, nos lo dice. El explica al profeta Elías: «Yo no estoy en la tempestad, Yo no estoy en los relámpagos, Yo no estoy en los torbellinos del viento violento, sino que estoy en esa brisa ligera que escuchas» (cf. 1 Reyes 19, 11-13). Dios no puede ser encontrado más que en el silencio, y es necesario que el monjehesicasta parta hacia el desierto o que busque la soledad interior. Si hablo del monje, es porque todo esto ha venido de la tradición monástica, pero es evidente que cada uno puede vivir esta tradición hesicasta, si desea encontrar a Dios. Un laico puede ser unhesicasta y algunos de ellos han sido canonizados y reconocidos santos por la Iglesia.

En sus comienzos, el movimiento monástico a sido esencialmente eremítico y los primeros monjes eran sobre todo solitarios. Ha habido a continuación una evolución que se ha hecho bastante rápidamente, privilegiando la vida en comunidad. Esto se ha concretado sobre todo alrededor de san Basilio, en el siglo IV, San Teodoro Estudia en el siglo X y otros más. Ellos han organizado el monaquismo y propuesto reglas de conducta relativas a la manera de vivir juntos en esta búsqueda de Dios. Esto a dado los monasterios que nosotros conocemos y que continúan esta tradición hoy en día. Por lo tanto dos corrientes: los eremitas que ser retiran verdaderamente a un lado y en la soledad total o casi total, y los que viven en comunidad. Los dos tienen una búsqueda idéntica y los dos pasan por la tradición de lahesiquia, y no solamente por el método. Yo soy reticente a utilizar el término de método porque hay que poner atención en ello. La hesiquia no puede ser un método, en el sentido «técnico» en el que corremos el riesgo de comprenderlo hoy en día, y que es ambiguo. El hombre de hoy está como perdido. El busca –pero todos buscamos desde que estamos en esta tierra– busca como encontrarse a si mismo. Olvida que es volviéndose hacia Aquel que le ha hecho, Dios, su Creador, como podrá encontrase a si mismo. Pero vive esta búsqueda en una tal agitación que quiere experimentar no importa que medio par llegar a encontrarse.

La hesiquia no es un método como hay un método para aprender el ingles, y como existen todos estos métodos que conducen necesariamente a un resultado si son bien aplicados. No, la hesiquia no es para nada de esta clase de cosas. La hesiquia es una actitud, y no es por que el monje se vaya a retirar al desierto, huir del mundo, y buscar el silencio, por lo que va a encontrar a Dios. El método no es mágico. El método es un soporte, pero necesita, como lo he dicho hace poco, una tensión de amor, un deseo profundo del encuentro con Dios. Entonces el método se pondrá en su lugar en el momento que conviene y el monje buscará vivir de estahesiquia. Va a vivir en el silencio, en un cierto retiro, y va a orar. Va a utilizar lo que nosotros llamamos la «oración del corazón» o también «oración de Jesús». Esta forma de plegaria está totalmente ligada a la tradición hesicasta. ¿Cómo es esta oración? Nosotros repetimos con un rosario, que siempre llevamos a mano:«Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros pecadores». Esa es la fórmula más completa. Puede simplificarse diciendo simplemente: «Señor» o«Jesús».

Los griegos dicen «Kyrie eleison»«Señor ten piedad». Es la misma fórmula, más o menos desarrollada. Esta plegaria repetitiva que el monje utiliza no es un medio que, al cabo de doscientas o trescientas repeticiones, le permitan encontrar a Dios. Es simplemente un grito de amor, porque cuando se ama, los amantes gustan de nombrarse. El amor, nosotros lo sabemos bien, pasa por la palabra, pero la palabra más limpia. Cuando una pareja se encuentra y decide casarse, sabemos bien que el efecto amoroso les da una posibilidad de encuentro que pasa por las palabras. Cada uno querría decir sin cesan al otro que le ama, pero cuando volvemos a encontrar a esa pareja hacia el final de su vida, ellos no se dicen ya nada, ellos se miran el uno al otro. La simple mirada es suficiente para manifestar este amor, que se vive en el silencio, en la paz, en el corazón totalmente despojado de aquello que le estorbaba al principio, probablemente a causa de la pasión. Y bien, el monje vive esto, a su manera desde luego, transponiendo esta experiencia. Es necesario que él se calle; es necesario que vaya hacia el silencio y que repita este nombre de amor: Jesús.«Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros»: se trata de una declaración de amor. Reconocemos nuestro Dios, y nosotros Le decimos: «Ten piedad de mi», no en una actitud miserabilista en la que estaríamos como“pisoteados” por nuestro Dios, no se trata de eso de ninguna manera. Simplemente, reconocemos, en la humildad, que nosotros no sabemos amar. Nosotros no sabemos amar, pero queremos amar. A causa de esto, decimos: «Ten piedad de nosotros. Ayúdanos a amar». Ya que si queremos ser amantes de Dios, pues bien, es necesario que El, que nos a creado y que es Amor, nos muestre este Amor, no haga participes de él, nos acoja en El. No hay otra fuente. Entonces el monje hesicasta va a esforzarse todo a lo largo de su vida en orar al Cristo, Cristo que ha dicho: «Orar sin cesar»(Cf. Luc 18,1). Podríamos responderle: «¿Pero cómo, Señor, se ora sin pausa? ¿Qué significa esta invitación perpetua?»

No se trata para el Cristo de decirnos sin pausa: «Hablarme», ya que él nos ha advertido: «En vuestras oraciones, no machaquéis como los paganos: ellos se imaginan que hablando mucho se harán escuchar mejor» (Mt 6,7). Ya sabemos, nosotros le hablamos demasiado a menudo para pedirle, pedirle y más pedirle. En ciertos momentos debe ponerse algodones en las orejas diciendo: «¡Que paren, que paren de pedir siempre algo!». Me parece que nuestro Dios, cuando nos dice que oremos sin cesar, nos invita a contemplarle, a desearle. Es eso la oración. No es forzosamente una formulación exterior, sino que es sobre todo una actitud del corazón. Es necesario desear al Señor. Es en este deseo donde se instala esta oración perpetua. La oración de Jesús, la oración del corazón que nosotros utilizamos, nos ayuda a esto ya que ella está muy limpia. Se vuelve, es verdad, un hábito, una llamada interior a la que nos es necesario responder.

Muy a menudo, cuando monjes jóvenes vienen a mi monasterio ellos me dicen: «Bueno, enséñeme a orar». No saben orar bien. Entonces les doy un rosario de oración. Además ellos lo reciben litúrgicamente con la toma de hábito. Yo les digo: «¡Ahora comienza esta oración!». Como son jóvenes monjes llenos de deseo, de energía y de brío, quieren una regla de oración fuerte, densa, lo más llena posible. Entonces les dejo hacer y les digo si. Y después, quince días o tres semanas mas tarde, vienen y llaman a la puerta de mi celda diciendo: «¡No lo consigo!». No han comprendido que no es un método. Se cansan, y eso puede ser incluso peligroso, de repetir esta invocación obstinadamente. Esto no tiene ningún interés en el plano espiritual y puede presentar un peligro, incluso en el plano físico. No comprenden que hay que comenzar muy suavemente, pero teniendo una actitud de deseo de Dios.

De hecho, quizás simplemente baste con decir el nombre de Jesús. Ustedes saben cuanta importancia, en nuestras tradiciones comunes, tiene el nombre. Ahí está, simplemente hay que decir este nombre y deslizarse dentro, muy suavemente, sin el deseo de hacer una proeza. Es necesario que nuestra plegaria sea humilde si quiere ser verdaderamente hesicasta. La humildad es absolutamente indispensable. Es muy evidente que ninguno de nosotros en este mundo es perfectamente humilde. Somos aprendices del amor y de la humildad. Y hay que aceptar eso, pero es necesario también luchar por adquirir todo lo posible esta humildad, que nos permite entonces el verdadero encuentro con Dios. Buscar la humildad y pedir la humildad a Dios, son otras actitudes indispensables para los monjes hesicastas.

Nos gusta mucho un santo ruso del siglo pasado, san Serafín de Sarov, un hombre extremadamente humilde. Un día, explicó a alguien que vino a verle, como vivir lahesiquia, como vivir esta quietud en Dios. Y le dijo esta frase: «Si tu tienes la Paz en tu corazón, es decir si tu eres hesicasta, entonces salvarás millares de almas a tu alrededor». ¿Qué significa esta frase? Es necesario comprenderla. Si San Serafín dice: «Si tu tienes la Paz en tu corazón, tu salvarás millares de almas», es porque él ha pasado por todo un camino que es para nosotros un ejemplo. El nos ha mostrado a través de su vida que es necesario ser humilde, que hay que aceptar ser pequeño, no saber, no conocer a Dios, sobre todo no poseerlo, lo cual sería un error fundamental. Hay que pasar por la humildad y el abandono, y San Serafín ha pasado por eso. Que es la humildad sino el descubrimiento objetivo de lo que nosotros somos: pobres, pequeños, desamparados, no amantes. Esto puede conducirnos a la desesperación, lo cual no es el buen camino. Es necesario que este descubrimiento en la humildad nos conduzca a la paz. Y la única vía posible es el abandono entre las manos de Dios. Si yo descubro que soy pobre, no debo desesperarme, ni rebelarme. No es la solución buena. Cuando me desespero y me rebelo ¿A quién hago referencia? ¡A mí, pero no a mi Creador! Pero si yo se ver mi debilidad humildemente, si sé no rebelarme, si se verdaderamente girarme hacia Dios, en la confianza, diciéndole: «¡Soy pequeño y pobre, pero Tu, Tu puedes todo, tómame en la palma de tu mano y guíame!», entonces este abandono, que es la segunda etapa –humildad, después abandono– va a conducirme a la quietud, a la paz del corazón, porque estaré al fin, entre las manos del Unico que puede darme esta paz, Aquel que es el Amor, nuestro Dios. He aquí entonces, por el ejemplo de San Serafín de Sarov, como la tradición hesicasta puede vivirse.

Quisiera terminar con un ejemplo bíblico, evangélico más precisamente, que ustedes conocen quizás. Se trata del episodio en el que Jesús se encuentra en la casa de sus amigos Lázaro, Marta y María, judíos que amaban al Señor y que le acogían frecuentemente. En este episodio, no se habla mucho de Lázaro, sino sobre todo de sus hermanas, Marta y María. Una de ellas, Marta, afanada, prepara la comida, se mueve, pone la mesa, en fin uno puede imaginarse todo lo que ocurre. La otra, María, está a los pies del Señor, Le mira simplemente y Le escucha. Entonces la que pone la mesa va donde Jesús y le dice: «¡Pero bueno, dile que me ayude! ¿Qué hace ahí?» Y el Señor responde: «Tu te mueves mucho, pero ella ha escogido la mejor parte» (Luc, 10, 38-42)

Dicho de otra manera, en este pasaje evangélico, en esta experiencia de Marta y María, el Cristo enseña: «¡Atención a la agitación inútil!» No quiere decir que no fuese acogedora esta agitación, él no censura a la que prepara la comida, simplemente dice: «¡Atención, María ha cogido la mejor parte!»

Todos nosotros tenemos forzosamente una Marta y una María en el interior de nosotros mismos. Intentemos escoger nosotros también la mejor parte. Amen.

Muchas gracias.

(Texto extraído de mariabo)